El embrujo de un raphael único y 'resinphónico' regresa a cádiz
El cantante jienense visitó la tacita de plata para presentar su nuevo trabajo discográfico, revisando grandes clásicos de su repertorio
Raphael volvió a Cádiz y volvió loco de nuevo al Falla. Varios años han pasado desde que el de Linares no pasara por la tacita. Esperado y ansiado, volvía renovado.
Raphael llegaba al teatro muy bien acompañado, una orquesta sinfónica hacía los honores repasando en armonía algunas de las tonadillas más reconocibles del cantante. Se hacía el silencio, hasta que apareció él, y el público se levantaba por primera vez de muchas durante la noche.
Único e incomparable, vestido de negro comenzó a cantar sin mediar palabra. Porque no las necesita, porque desde los 14 años cantando -ahora tiene 75- su sola presencia lo dice todo.
Por eso, por su estilo, por su seguridad, por su dramaturgia, sigue sumando adeptos a la raphaelmanía. Con este resinphónico se vuelve a comprobar. De todas las edades y de todos los lugares, sus seguidores más fieles lo siguen allá donde vaya y saque el disco que saque.
Este último trabajo que ha asombrado a todos, revisa todos sus grandes éxitos, pero con un toque de juventud. Las melodías románticas en sinfónico se complementan con bases disco. Una emoción que se suma a la que ya él por sí solo despliega en sus conciertos.
Hasta 30 canciones, sin descanso alguno, fue desgranando durante casi dos horas y media de verdadero espectáculo. Comenzando con 'Promesas', a la media hora llegó 'Mi gran noche' donde se dejó ya deschaquetó, también de forma literal. Le siguieron 'Digan lo que digan', 'Los hombres lloran también' o 'Provocación', hasta llegar a una adaptación muy personal de 'Volver', con el acompañamiento solo de un acordeón y la voz del propio cantante argentino.
'Yo sigo siendo aquel', 'Piénsalo con calma', 'Gracias a la vida', 'La quiero a morir' o el más navideño 'Tamborilero', uno de sus grandes éxitos que no se suelen escuchar durante sus giras, solo en ocasiones o en tiempos especiales. Cádiz y la Navidad lo merecían.
Y es que Raphael también apela a las emociones y a los recuerdos, aquellas sensaciones que su voz, imprescindible en cada una de nuestras historias de vida, nos marcan. Con una conciencia completa y poderosa del instrumento que le ha dado tanto después de más de 50 años en los escenarios.
Hora y media sin parar. Solo habló en dos ocasiones, y sentenció ya en la primera hablando de sí mismo en tercera persona, como solo saben hacer los grandes: “Vuelve Raphael para recomponerse, para seguir siendo diferente, siendo él mismo”.
Los gritos y las palmas estuvieron presentes en cada paso, en cada canción y en cada baile. Porque en cualquier otro podrían resultar ridículos, pero en el de Linares arrancaron hasta "Te quiero". Puro estilo y elegancia.
Raphael fue una catarsis, en tiempos convulsos quizás es lo que falta. Sus letras en su mayoría, un canto a la esperanza, también dan portazo al que dirán. Antes y ahora un lugar donde agarrarse para coger fuerzas, y sentir la seguridad, que en sus propios movimientos dan fuerza al que lo ve para seguir hacia adelante.
Raphael único, Raphael Resinphónico, porque digan lo que digan él sigue siendo aquel loco por cantar, creando provocación, que habla del amor en carne viva, y que en cada actuación vuelve a nacer con inmensidad.