La noche fantasma del sábado de Carnaval
Faltaba media hora para la medianoche y la plaza de la Catedral estaba irreconocible para ser sábado noche de Carnaval. Lo que en una situación pre pandémica hubiera sido un macro botellón hoy solo es un silencio roto por la música que se precipitaba desde la ventana de una de las habitaciones de la residencia de estudiantes.
En San Antonio resonaban los ecos de pregones pasados. Sin escenario, sin la multitud agolpada y la muchedumbre fluyendo por las calles adyacentes es casi mejor que se haya suprimido el alumbrado. Así la plaza podría pasar por la de una fría noche cualquiera del mes de noviembre.
La Carretera Industrial carecía de la multitud de autobuses aparcados esperando a los visitantes que vienen para dar vueltas y vueltas en busca de un Carnaval que hace tiempo que se reserva en la noche del sábado para recomponerse de la resaca de la Final y explotar en la mañana del domingo callejero.
Esos turistas erráticos quizá llegaran a las puertas del Falla para completar la colección de postales de lugares emblemáticos. Este año, ni el letrero luminoso que deseaba 'Feliz Carnaval' daba la bienvenida al entrar en la plaza Fragela. Bastante tuvo con estar ahí colgado hasta bien pasado el confinamiento el pasado mes de junio de 2020.
Y si alguna agrupación callejera se hubiera aventurado a salir en una noche complicada para escuchar se hubiera encontrado el mismo panorama en la calle Encarnación. El sonido de las persianas bajando era lo único que rompía el silencio de lo que debería ser bullicio.
Al igual que en la calle La Palma. La ausencia del escenario, el sonido de las coplas y el trasiego de gente disfrazada mantenían apagado el corazón del barrio de la Viña.
Solo en la plaza de Macías Rete quedaba algún resto junto a un banco de lo que podía haber sido una reunión tardía de media tarde, previa al toque de queda y sin el detalle de recoger los restos. ¿Qué trabajo cuesta?
Los rincones que durante esta semana albergarían las coplas más canallas se ciñen al Estado de Alarma y se pliegan firmes ante el toque de queda. La primera noche grande del Carnaval se queda en casa.
Los jardines de la plaza España lucen limpios y sin vallar.
Y la carpa inexistente deja de ser la última estación de aquellos que buscan ese otro Carnaval. El que no todo el mundo entiende pero que también tiene su sitio.
Se termina el paseo. La Avenida solitaria echa en falta las pilas de sillas de tijera preparadas para montar a la mañana siguiente el desfile de la Gran Cabalgata Magna. El traqueteo del golpear silla tras silla en la mañana del domingo acompaña en la memoria durante todo el camino de vuelta.