Fallece Juan Gibert Rahola, un científico, un profesor y un médico humanista
Onda Cádiz es la ventana abierta por la que observo la vida, las aspiraciones y, sobre todo, los problemas de mis paisanos los gaditanos. Las tertulias sobre las adicciones han sido los cauces más diáfanos y las herramientas más eficientes para ayudar a quienes están atrapados en algunas de las crueles dependencias psicológica y fisiológica.
Con estas palabras, el profesor Juan Gibert Rahola, catedrático de psiquiatría farmacológica, me animó hace algo más de un año, para que, en la medida de lo posible, interviniera en Onda Cádiz, este importante, imprescindible, medio de comunicación. Los dos habíamos conversado en muchas ocasiones sobre la necesidad y sobre la obligación moral de traducir en palabras sencillas nuestros conocimientos científicos y nuestras preocupaciones humanistas.
Acabo de recibir la noticia de su fallecimiento, y he sentido la dolorosa impresión de que se ha arrancado una parte importante de mi vida profesional y se empobrece el ámbito de mis relaciones humanas.
Confieso que, a pesar de que Juan me había descrito con todo detalle la gravedad de sus dolencias, la noticia de su fallecimiento me ha afectado hondamente. Como médico, como profesor y como universitario era un profundo conocedor de las interioridades de los seres humanos y se ofrecía generosamente a acompañar, a ayudar y servir a todos los que acudían a él en busca de asistencia médica o de apoyo humano. Por eso ejercía el magisterio y la investigación científica, por eso analizaba no sólo los aspectos meramente biológicos, sino también los hechos biográficos, psicológicos y psiquiátricos. Poseía sabiduría, sensibilidad y sentimiento: era un científico y, al mismo tiempo, un romántico y un emocional. "Yo soy -me dijo hace escasas fechas- un comprometido con la vida en el sentido más pleno de la palabra”.
Cuando un amigo muere, queda en el corazón como una vaga sensación de ingratitud.