Este 2020 nos está dejando el alma helada, heridas profundas que nos marcarán a lo largo de la vida. Detrás de las impresionantes cifras que nos está dejando la pandemia, existen dramas en miles de hogares que nos sitúan en un dolor cercano y directo al corazón.
Y es que el maldito virus se ha llevado a Manolo Verano: un hombre bueno, jornalero de la siempre trabajadora y combativa Sanlúcar de Barrameda.
Desde niño trabajó en el campo, de sol a sol, en las viñas del Marco de Jerez. Su conciencia social se despertó, al darse cuenta de las condiciones de trabajo y de vida en la que subsistían las familias de los jornaleros, de las enormes diferencias sociales con las clases pudientes y de los señoritos a caballo.
Por estos motivos, desde los años cincuenta, participó en las históricas luchas laborales que protagonizaron los trabajadores del campo exigiendo mejoras económicas y de trabajo para los viticultores, que fueron lideradas por las primeras Comisiones de Trabajadores, embrión de lo que fueron y son las Comisiones Obreras.
Su compromiso social y político le llevo a militar en el Partido Comunista de España, a pesar de ser conocedor de las consecuencias que le acarrearía su participación en la oposición a la dictadura. Tuvo claro que esas luchas eran justas y tenían que librarse, por la libertad y la dignificación de la clase trabajadora.
Como tantos andaluces, emigró a Alemania en busca de mejores condiciones laborales para poder darle otras oportunidades a su familia.
En la década de los sesenta fue elegido representante sindical en el sector de la viticultura. Fue delegado por Cádiz en la primera asamblea constituyente de CCOO de Barcelona de 1976, en la que resultó elegido secretario general el histórico sindicalista el compañero Marcelino Camacho.
Cuando le conocí, hace 44 años, me di cuenta de que me encontraba ante un ser humano entrañable, que compartía la dirección de la Unión Provincial de CCOO de Cádiz con otro gran amigo y compañero, Juan Pérez Pérez, otra persona excepcional. Ellos me enseñaron la virtud de elevar a la categoría de sencilla las cosas complicadas, me enseñaron a hacer de la vida un compromiso hacia los demás.
Ahora, a estas alturas de la vida, necesariamente haces balance, y me siento una persona privilegiada por haber sido alumno -haber compartido luchas en la insobornable universidad que ha sido y es el sindicalismo en nuestra provincia, en Andalucía y en este país- de personas como Manolo Verano.
Querido Manolo, no existen palabras para poder consolar a tu familia y amigos, pero nos queda el bálsamo de haberte conocido en la defensa de los más débiles, de haber luchado junto a un rebelde con causa, con muchas causas, siempre necesarias… siempre justas.
Hasta siempre amigo y compañero.
Miguel Alberto Díaz
Secretario de la Federación de Servicios Públicos de CC.OO. en el Campo de Gibraltar